miércoles, 20 de junio de 2018

SOBRE LA PLASTICIDAD DE LA LETRA

Veo a mi madre

Palitos y bolitas
en el cuaderno ferrocarril.
Así me dice que debo hacerlo:
Ahora,
la letra a.

Primero me enseña
a trazar las vocales.
Después, el abecedario.
Bolitas y palitos.
Un día ha pasado
y entramos ya
en lo más misterioso:
el número uno.

Bolitas, palitos,
vocales, abecedarios
y números.
Aprendo, así,
la materia primordial:
cómo salir de sí

o, como en el ajedrez,
cómo llegar al corazón
de quien me llama
al combate, al diálogo,
a la danza de ser.


Tecleo la máquina de escribir

Tac, tac, tac…
Cada golpe de un tipo
sobre la hoja en el rodillo
suena como un paso determinante
en la marcha hacia lo irremediable.

Taca, taca, taca, tá…
Tal vez como un latido del corazón:
sístole, el dedo pulsa la tecla
diástole, el tipo pisa la cinta.
Una letra tras otra
las palabras fluyen como la sangre.


Llega una noche triste

De Los heraldos negros
aprendo, también,
lo que pueden las manos
si disponen de arcilla.

Lavarla, cernirla, dejarla secar…
Amasarla…
Moldear algún ser
llevarlo al horno
(cuidar que no se queme en la puerta).
No ser Dios
pero intentar comprenderlo.

Aunque se sepa imposible.
Buscar su chispa en sí.
Poner el esmalte a la pieza.
Cuántos poemas he visto explotar
en el horno, antes que nadie
alcance a escucharlos.

Pero cuando se logra
el equilibrio
entre la materia y el fuego
el poema emerge.

“Las más antiguas huellas de las letras
de que se tiene registro
se conservan en arcilla”.
Me comenta el maestro que,
esta triste noche fría,
me lee los poemas de
César Vallejo.

Aprendo
La inmortalidad de la masa.
Me inicio
una vez más
en los misterios del material
y en los secretos del oficio:
La poesía se escribe 
con todo el cuerpo.

Comprendo.
Con la letra,
como con la arcilla,
la vida se erige 
contra la gravedad.


En la imprenta

Junto a las máquinas
acomodo en el molde
los tipos de plomo.
De alquimia tiene la imprenta.

Con este molde,
aprendo la palabra “justificar”.

Me unto de tinta los dedos
al entintar los rodillos.

En esta plancha gigante
que prensa la hoja a la tinta,
ideas divinas y verdades sagradas
trasmutan letra
y se elevan como la luz
para iluminar al mundo.


Alejandra

Las llaves y las zapatillas
de la flauta traversa,
Alejandra,
son también una pieza
de iniciación
en mi trasegar
por la plasticidad de letra.
Las yemas de los dedos
anteceden a la poesía.


Aquiles

Acaricio las teclas
de mi primer ordenador personal,
Aquiles.
Cómo resistir a la tentación
De teclear un poema.

“Este será mi primer poema”, pienso.
Pero, no; 
es solo un intento,
otro ejercicio.

Investigo el material
amaso la letra
con la ilusión de dar 
una forma al alma.

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