viernes, 14 de octubre de 2016

El portón verde

Sobre las calles de neón iluminadas, cuerpos diversos se desplazan. Un ser humano particular, llámese como se quiera, se detiene en una esquina cualquiera; levanta la mirada, contempla en el fondo de los rascacielos la huella de luz de una recién nacida luna creciente y habla con la luna o consigo mismo algunas palabras ininteligibles. Camina unos pocos pasos, abre un portón verde. Saluda con un gesto de agradecimiento al portero y afirma tenso el ritmo de sus pasos. Toma el umbral del tercer piso; abre una puerta, la cierra; abre otra, igual. Sigue adelante y, antes de abrir la tercera puerta, se detiene, acerca el oído. Se devuelve. Camina más rápido. Baja corriendo las escaleras y no mira al portero al salir. Ni siquiera alcanza a sentir el frío del picaporte metálico del portón verde de madera que cierra con toda la fuerza de la velocidad de sus pasos. Los transeúntes fijan de inmediato su atención en el ruido exagerado que causó en la acción de cerrar el portón: las miradas coinciden en la expresión de desagrado. Entonces corre hacia la izquierda, hacia el Sur, corre acelerando más y más los pasos, cruza la calle y dobla hacia el Occidente, para escapar por fin del yugo de las miradas. Los transeúntes vuelven la atención cada cual a sus asuntos y el portón verde cae, y se hace trizas al chocarse contra el suelo.

Óscar Enrique Alfonso
Febrero de 2000

martes, 20 de septiembre de 2016

Uno siente tu ausencia

Uno se levanta

Va al trabajo.
Hace humildemente
la labor que le encomiendan.
Mas, al regresar a casa,
encuentra que el cajón está vacío.

Uno huele la tristeza.
La mide; entra en el propio corazón
y empieza a medir la eternidad del vacío
que le deja, al irse, aquella persona a quien uno ama.
Y sigue amando.

Uno llora de soledad;
llora sin lágrimas;
llora mientras ríe.
Llora sin decirle a nadie.

Sale a las calles

Se bebe una cerveza.
Recuerda que hubo un tiempo
en que fumaba.
Desea fumar. Comprende
que no hay nada que cure

su sensación de abandono.
Uno sabe
que seguirá adelante;
aunque una sombra más
nublará sus sonrisas.

Uno sabe

que tiene tanto qué hacer,
y que tiene que seguir
aunque día tras día
el corazón se vaya agrietando.

Uno sabe lo irremediable.
Uno piensa

esa sensación de cabello en las manos,
esa mirada hermosa;
con el alma llena de Dios.
Uno deja caer las lágrimas.

Ruega a Dios.
Que cuide de aquello que es amado.
Que lo lleve con bien...
Y que le conceda la bendición
de traerlo de nuevo
Cuanto antes,
mejor...
Eso sí.


Óscar Enrique Alfonso
Septiembre de 2016.

domingo, 24 de julio de 2016

Canción de los trasteos que se postergan

No es amor
Pero se parece tanto.

Bastaría con irse.

Cajas con libros
Cajas con cuadernos
Cajas con lápices
Cajas con esferos

Y hay taanta memoria divagando.

Nada más lo necesario.
Pero se necesita siempre más.

Tal vez melancolía
Pero el presente
Atiborrado de presagios,
Fantasías, vanidades...

“Acaso nostalgia”
Pero el tiempo, es tanto.

Bastaría salir a andar.

Cajas con discos,
Cajas con murmullos
Con huellas, con restos
Cajones con sus besos

¿Dónde empacar 
Aquella imagen de su cuerpo
Bajo la luz de este único sol
Junto a esta chimenea?

Todo esto es lo pasajero
Y es taan pasajero,

Y no es el mundo,
No es el continente,
Ni es el país,
Ni la región,

Ni el universo, por supuesto;
Sólo es La Ciudad.

Nada
Ni siquiera un suspiro del dragón
De veintiséis mil millones de millones
De soles perceptibles.

“Sólo lo necesario”
Pero es siempre taanto.

Bastaría con los pies.

Caja con dentífrico
Caja con jabón
Caja con toallas
Cajas con ropas limpias

Y hay taanta ropa sucia.

"Un poco más de cajas"
¿Dónde está el camión?, ¡hay tanto!

Bastaría con el viento

¿Cómo arrancar su voz de las paredes
Recoger sus pisadas del tapete
Doblar el tejido de sus miradas al cielo
y empacar su sombra, sus reflejos?

Los perros son el eco de sus ladridos
Los pájaros, la voz de la madrugada
Los vecinos, la persistencia de lo efímero
y los gatos...

Son la llovizna en el tejado
El maullido de la noche

El amor y la furia.

Noche detenida
Reiteración de las noches

Cajas con libros
Cajas con cuadernos

Y una vez más
Se posterga el trasteo.

Bastaría con irse

Pero se parece al amor
Se parece tanto.

Óscar Enrique Alfonso
Bogotá, 21 de enero de 2000.

sábado, 23 de julio de 2016

Leer poemas

Suscitando a Heidegger: “buscar el hablar del habla en lo hablado”

I. Parte. ¿Cómo alcanzar esa forma del habla que es la poesía?

1. En general, y con lamentable frecuencia, lo hablado viene a nuestro encuentro sólo como un hablar pretérito. Pero cuando buscamos el hablar del habla (leemos) en lo hablado (el poema) –decía Heidegger –hemos de encontrar cierto hablado puro. No se trata, en este caso, de un hablado cualquiera.

2. En el poema, el habla habla. Luego, leer el poema tendría por fin alcanzar el hablar del habla; de tal manera que ese hablar advenga como aquello que otorga morada a la esencia de los mortales. Hablar. No expresar.

3. Cuando el humano habla la naturaleza poética de su lenguaje, la humanidad se vislumbra promesa del habla. La expresión humana no siempre representa y expone lo real y lo irreal; así lo prueban el carácter pictórico y simbólico del habla.

4. En el poema, el lenguaje es. Leerlo es ir y volver, en un ‘zigzagueo’ aterrador, entre la caída de una torre creciente [Babel] y lo que al parecer son sus ruinas [en forma de caverna]. Leer el poema es cuestionarlo; como cuestionar a un otro, que nos acompaña, un otro con quien se convive profunda y permanentemente. 

5. El lector de un poema se sustrae [debe sustraerse] del circuito del consumo de entretenimiento; se aleja de la sociedad del espectáculo. Se libera de la inercia inmóvil del presente discreto. Eterno, puede empezar a construir, a transformar. Lector de poemas y consumidor toman rumbos existenciales divergentes: la humanidad, promesa del habla, ó el placer efímero de cierta presencia que se agota en cualquier adjetivo ajeno, insustancial, lectura en vano. Es el dilema de Hamlet.

6. El poeta es un alambre. Maleable se retuerce, a pesar suyo, y se aleja de sí; ya no se pertenece. Así, en tanto su habla discurre, el lenguaje, que ya se ha desligado de él, deviene pensamiento del lector. Esférico, espejo infinito; el poema resulta reflejo dinámico de rostros innumerables.

II. Parte. Breves búsquedas del hablar del habla

"Un hablado puro es aquel donde la perfección del hablar, propio de lo hablado, se configura como perfección iniciante. Lo hablado puro es el poema". 
                                                                                                    (Heidegger, 1990)

7. Seishi
"En el momento
en que la pena llega a su culmen,
alguien parte una rama seca".

Escucho el crujido de esa rama en su tenso quebrarse. Un macizo de emociones, la naturaleza percibida y el instinto cantan en coro, en la inmensa catedral, grabando sobre los blancos muros las huellas de su intermitencia. Intuición: ecosistemas transitorios en que la dualidad se diluye, entorno y corazón actúan según idéntico criterio. Algo hay además: en ese presente audible, se anudan la retrospectiva de una pena con la cálida fogata que se anuncia. Sincronía.

8. Danza
"¿Qué voz hace crujir el vestido de seda
de esta noche y entreabrir los muslos tiernamente
y desnudar su espalda de mujer?
Parece ser el canto ebrio de bacantes
o el susurro lejano de una viuda
o la lluvia entrecortada de una novia.
¿Qué voz extraña hace que el perro se levante y dance,
y la luna galope en el lomo de un caballo,
y el lago abra su ojo cristalino más que nunca?
¡Levántate, amor! La noche espera ser ungida
de vinos y perfumes,
sacrificada como una diosa frágil 
entre los brazos de la tierra."                  
                                   (Orietta Lozano)

El hablar más puro se instaura bailarín en el filo del mundo, motivando una alegría semejante a la del tacto en su contacto con la seda: Un susurro, una llovizna y como un perro que baila, erguido el lenguaje galopa equinas fantasías; dibuja tardes de tormenta, ríos caudalosos, lagos de sentimientos húmedos y profundidades oceánicas. “¡Levántate, amor!”: El poeta quiere hablarle a su poesía; mas esa poesía no le pertenece, lo ha conquistado, ocurre mediante el músculo de ese brazo y la tensión anatómica de esa mano que no es ya cuerpo diferenciado, sino tierra: El sacrificio, la idea de un autor será esa ‘diosa frágil’.

9. Xue Tao
"Las ramas se encuentran con los pájaros 
que se posan sobre ellas,
vienen del norte y del sur 
las hojas se mecen con cada compás del viento".

El pájaro y la letra se confunden en la rama-texto; una hoja caída regresando a la rama: el pájaro. El habla aletea letra desde la rama, se eleva pájaro y se confunde en el laberinto texto de las copas de los árboles; texto laberinto, texto Odisea, huella de Penélope. Naturaleza e Historia como extremos diluidos incorporados al texto, en principio cual arista, convergencia de dos planos diversos (el de los pájaros, el de las letras) pero luego cual hojas sumisas al tiempo o rebeldes al viento; sonidos y silencios llenando de sentido el universo superficie agujereada.

10. Heces
"Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste de gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su “¡No seas así!”
Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!" 
                            (César Vallejo. En: Los Heraldos Negros)

La ‘trilcesa’ de Vallejo, su ‘trulzura’; hasta la tristeza es geográfica: en unos es nihilista, en otros es dulce. La lluvia, el vivir, el corazón; la inquietud de lo femenino, sus recuerdos de caverna: flores violentas. Ese carácter pictórico que va adquiriendo la escritura en el discurrir de las estrofas. “Con este búho, con este corazón.” Y el carácter simbólico; en la escritura-texto-poesía hay los pájaros de las sombras, letras pájaro, no figuras, no seres: cualidades irreemplazables que se van perdiendo. Sin cualidad no hay criterio, la evaluación se torna inconsistente. “Con oleos quemantes el punto final” Un corazón sombrío, deambula hacia su jaula al ritmo de sílabas morosas, como sin ganas y en una tarde de sentimientos purísimos.

11. Li Po
"¡Que fascinante la flor del melocotón
arrastrada por la corriente del agua!" 

Un habla híper-regulado. Del hablar procede la regulación: en el hablar, ocurren la flor y su aroma. En el hablar huele a melocotón: el hablar es el río, el agua que fluye y fascina; sin ese fluir refrescante la voluptuosidad del melocotón sería mutismo.

12. Basho
"La dulce noche primaveral
Contemplando cerezos en flor
Ha llegado a su fin".

In-conclusión. Anochece. Hay que dormir.



Referencias
SEISHI: Haiku
Lozano, Orietta: Danza
Xue Tao: Poema sobre un árbol 
Vallejo, César: Heces
Matsuo Basho: Haiku 
Li Po: Conversación en la montaña
Heidegger. (El habla) En: De camino al habla. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1990.

miércoles, 20 de julio de 2016

Gravitación onírica

Ella despertó con cierta inquietud en el pecho. La mañana era fría y aunque necesitaba estar activa temprano en la mañana, no pudo resistir las ganas de seguir durmiendo; al poco tiempo soñaba.

Él la miraba desde la cornisa silenciosa de un edificio de colores y ella sentía esa mirada clavada en sus caderas. No sabía si lo disfrutaba o le despertaba temor. Sabía que era un sueño porque en la realidad ese mismo edificio no tenía colores. Entonces trataba de descifrar la razón de haberlo creado a él sobre la cornisa de aquel edificio. Ella sabía que él la amaba; recordaba el instante en que ese sentimiento se había sembrado en su fértil corazón salvaje, inexplorado, ignorado por las conquistadoras del mundo. Giró su cuerpo y sus oníricos pensamientos al doblar la esquina.

Ahora lo inventó al otro extremo de la calle; algo más de 300 metros al sur. Se preguntaba si los puntos cardinales de la ciudad en sus sueños eran equivalentes a los de la ciudad real. De cualquier modo, estaba segura de que los ojos de él eran idénticos aunque no miraran ya sus caderas. “No importa lo que sus ojos miren”, se decía a sí misma entre lo que pensaba en sus sueños, “todo lo que su corazón ve lo ve según la fuerza de mis caderas”. Él la presintió a lo lejos, se quitó el sombrero, sacó las gafas y las puso frente a sus ojos, sobre su nariz. Frunció el ceño para concentrar su mirada en las huellas que ella iba dejando en el polvo, sobre el asfalto.

jueves, 7 de julio de 2016

El deseo de regresar

Aún siguen siendo las mismas calles con sus mismos fantasmas. Los mismos desniveles en las vías conservan idénticos charcos. Las motos al pasar sacuden el polvo de la avenida. La permanencia minimalista de las fachadas me hace dudar de la existencia del tiempo. ¿No sabe la vida que la andamos viviendo? Yo tampoco logro comprenderla.

Empezaba a descender el sol, cuando la vi aparecer. Era una madre triste. Nadie sabe qué tan familiar me es su tristeza. Ella no ha visto morir a un hijo; ha enterrado a dos. Ella, la hija, se fue primero; así conocí el aroma triste y lúgubre de las coronas de flores. Imaginé, entre sombras, el recuerdo de su mirada. Luego un sonido, de esa casa de madre de dos vivas, una muerta y un muerto, una voz limpia atravesó mi memoria hasta acercarme a los tiempos perdidos.

En ocasiones quisiera verla de nuevo, viva, intacta, dispuesta a la danza alegre, a la sonrisa, al beso. Pero es una imagen que escapó violenta de mi realidad; y en mi imaginación se aleja llorosa, destrozada, sin la menor posibilidad de salvarse. Recuerdo que era bella porque participó en un concurso; pero ya no alcanzo a reconstruir su imagen concreta. Recuerdo que años más tarde conocí a una que se parecía a ella; alguna vez trastoqué sus nombres en mi pensamiento; dejé de verla desde ese día.

En el círculo infernal en el que la imagino, es la menor de todas las almas y la menos afortunada. Ahora que la pienso, me abruma una larga serie de recuerdos lejanos. Así concluía mi infancia en aquellas calles polvorientas de fachadas minimalistas. Éramos tan jóvenes; apenas si nuestras conciencias se esforzaban por despertar. Quiero inscribir en la memoria que ahora figuro de sus ojos azul zafiro, uno a uno, todos los lejanos cielos de aquella madrugada remota. “¡Mi hija! ¡Mi hija! ¿Qué me le pasó a mi niñita?”, gritaba, entonces, aquella madre que hoy, al verme, me concedió su santa bendición.

Seguí pedaleando. Esperando que llegara la hora de seguir con las labores previstas en la agenda. Sentía que estas letras empezaban a tomar forma en mi cuerpo. La luz de la tarde retornaba. En Bogotá son posibles esos días en los que el tiempo cambia varias veces durante una misma hora. En la esquina del parque, volví a ver la estatua de la Virgen; a media cuadra, la casa del asesino. Buscando seguir mi camino, pocos metros más adelante, la nieta de la jefa de la banda dio un paso atrás para hacerme espacio. Le agradecí e imprimí algo más de fuerza a los pedales.

He regresado, y he vuelto a verla de frente; identifico ahora su lugar primordial entre todos los seres que me son más queridos. Extrañamente, como dijo Pavese, aun así, no logro entenderla.

Óscar Enrique Alfonso
Bogotá, 6 de julio de 2016

lunes, 4 de julio de 2016

Silencio interior – Ofrenda

Antes de emprenderlo, los dedos de mis pies
Suspendidos, contemplan el camino.
En ese rito perseveran, a su propósito.
Aun no actúan; se detienen. Al hablarse
Entre ellos conservan la verdad; evitan así
Al empezar a moverse, que la avidez sombría
Entorpezca la naturaleza de sus emociones
De sus intereses. ¡Firmeza ante el peligro! Acuerdan
En plenaria, unánimes, los dedos de mis pies.

Óscar Enrique Alfonso
Bogotá, diciembre 29 de 2012.


lunes, 30 de mayo de 2016

Crónica de un melancólico

El poeta que no era poeta
Quiso encontrar el amor
Con sus poemas que no eran poemas.

El poeta que no era poeta
Murió de soledad en su barca,
Mar adentro. Su cuerpo jamás fue encontrado.

Muchos versos desordenados, no libres,
Fue lo único que se halló en su cuarto
Oloroso a llanto y vino.

Dicen los que dicen que saben
Que solo eran papeles viejos,
Con escritos tristes y sin ningún valor estético.

El poeta que no era poeta,
Que nunca logró ser poeta,
"¡No ha dejado nada!"


Ni tan siquiera el dinero del arriendo
Dijo el señor X, dueño de la pensión,
Terriblemente indignado.

Por: Óscar Enrique Alfonso
Bogotá, 1989.


viernes, 20 de mayo de 2016

MIS DOS CUERPOS

El amanecer de la conciencia

Mi conciencia apenas despertaba
Cuando el cuerpo de Caín
Tomó el control.

Creí entonces
Que el cuerpo de Abel
Había muerto.

Ahora
Al término del primer tercio de mi vida
Observo mi esforzado cuerpo de Caín

Condescendiente
Comprendo que nunca
Jamás ha estado solo.

Intacto
Abel ha administrado el alimento
El agua, el fuego interno, el silencio.

Imperceptible, ha cultivado el conocimiento
Ha elevado la oración, ha agradecido al sol,
A la luna, A todos los seres del firmamento.

También Caín ha trabajado
Persistente, su culpa, su exilio, su batalla.
También Caín, a su manera, ha obedecido.

Abel jamás creyó ser “Mejor hermano”
Cada cuerpo aporta de sí a la labor
De ser mundo en este Mundo.

Caín es cuerpo mutable del Ser.
Conoce el enojo, la furia, la destrucción
Y la culpa.

Abel es cuerpo sagrado e inmutable
Es la fuerza de Caín
Su convicción.

Ahora Caín, cansado, busca el silencio.
Abel, cuerpo comprensivo,
Lo sustituye al mando.

La soledad de Caín no tiene nombre
Y los nombres que le han dado
Están sobrecargados de engaño vulgar.

Lo menos admisible en ese murmurar
Es que sus portadores se auto-atribuyen
El poder de comprender la voluntad creadora.

Lo segundo menos admisible es que,
Acto seguido, se abrogan la autoridad para distribuir
Su engaño.

No tengo idea de lo que agrade a Dios
Pero sí sé que a mí no me agrada ese engaño. 
No me agradan los difamadores de Caín.

No me agrada la ignorancia que promueven.
No creo el oxímoron del tal “castigo divino”.
Abel es el fundamento de Caín; no su enemigo.

Abel es la fuerza que le permite al Ser
Ir a conocer los límites y

El más allá.


Caín y Abel no son hermanos

Su falsa hermandad es el origen
De nuestra esquizofrenia cultural.

Caín y Abel son pilares mitológicos
Sustento de la imagen del hombre.

Solo un ignorante puede creer
Que Abel sea la figura del débil

Y que, por bueno, debe morir
A manos de la fuerza del hermano.

Que Caín sea el triunfador y que
El incesto sea la base de su éxito

Sólo puede ser el efecto de un acercamiento
Malicioso a los símbolos de la leyenda.



En el alma del hombre habita la leyenda

Cuando salgo a las calles, en busca del sustento, la sociedad me reclama que sea “más Caín”; que no sea “tan Abel”. No es que no pueda entenderlos. Me siento a meditar, me doy a la oración, le canto a la infinita fuerza divina que todo lo es y que a todo anima; escucho latir mi corazón más pausado. Entonces surge Abel y parece tomar una forma inesperada de la fuente de los pensamientos más puros; los que no se recuerdan porque no se olvidan, los que no se olvidan porque no se recuerdan. Abel es la capacidad de escuchar la voz divina. 

Caín cierra los ojos y Abel los abre. Abel se sumerge en el silencio. Caín sale a caminar el ruido de las gentes, los pitos de las calles, las bocinas de los comerciantes, las máquinas de los mineros, las balas de las guerras y los discursos de los falsos políticos en sus falsas pugnas con sus falsos opositores. Todos ellos dan la forma al mundo de Caín, convencidos de que ser Caín consiste en matar al hermano y procrear con la hermana; todas ellas convencidas de que ser hermanas de Abel es ser cómplices de su muerte, y sumisas al poder del criminal; de aquel a quien suponen “más fuerte”.

Cuando Caín y Abel se desdibujan, cuando libero mi ser de sus amarras mitológicas, cuando experimento la integración de la conciencia, vuelvo al mundo y le digo: “que yo no sea un Caín, según usted lo entiende, no quiere decir que sea un Abel, según usted lo entiende”.


Por: Óscar Enrique Alfonso
Mayo 20 de 2016

miércoles, 18 de mayo de 2016

No hay nuevo cielo sin nuevas estrellas

Tus ojos se cruzan con los míos
Es la luz; todo amanece.

El péndulo de mi sangre deambula
Sobre la trayectoria laberíntica de tus pasos.

Lágrima se fusiona mi cuerpo y mi corazón 

vibra, como cuero de tambor, en mi garganta.

Respiro un aire dulce y mis palabras
Danzan ligeras en busca de tu oído.

Serás mis versos secretos, mi silencio.
Fantasma invariable de todos mis inicios.

Será mi vida tu escritura, será
La huella de tus manos, de tus labios.


(Este poema está inspirado en el "El hilo rojo" de Diana Jiménez).

Por: Óscar Enrique Alfonso
Mayo 17 de 2016

martes, 3 de mayo de 2016

BOGOTÁ, 21 DE ENERO


Por: Óscar Enrique Alfonso
Febrero de 1999

domingo, 24 de abril de 2016

Como quien busca a tientas la voz de lo sagrado

La envidia


Si te creías
Que hacías la paz
Señalando la maldad
En quien encarna tus culpas…

Si te creías
Que hacías la paz
Y ya, con eso, dabas tu cuota
Para estar del lado de los buenos…

Si te creías que al divulgar
A tu diestra, y solo a tu diestra,
Que tu antagónico es siniestro…
Lamento la oscuridad de tu arte ingenuo.

Sólo has encontrado
Una manera más
De hacer lo mismo:
Satisfacer tu ambición.

No has sido más que un agente enceguecido
Ante la oportunidad falsa.
De allí lo inútil que te sabes,
Al regresar a casa, entrar en la cama

Y abrazarte, del terror,
A ese amor incierto
Que en la mañana luces,
Para encubrirte, una vez más.

Si te creías
Que bastaba denunciar,
Sentar el precedente
De que tú sí eres un ejemplo

Y que es por jugar a ser el ejemplo
Que ya mereces el premio,
Y llegas con tu amor
A la oficina del jurado

A reclamar tu pago por servir a tu manera
A aquello que rigurosamente
Haces tu tema, tuyo y solo tuyo,
Porque es que tú sí sabes; porque es que los otros…

Desanda tu oportunismo;
Perdona a tu hermano,
Déjalo seguir

También él, a su modo,
Ha hecho su tarea.
Vuelve en ti. Agradece
Cada regalo que has recibido

De este mundo al que
En el fondo miras con odio.
Trágate tu rencor y emprende
De nuevo tu trayecto.

El tuyo.
El que has olvidado,
Al perseguir el espejismo del premio.
Reconócelo: estás lejos de ti.


Óscar Alfonso
Agosto 19 de 2015

Sustraerse

Sustraerse
Restarse
Omitirse

Recrearse, para volver a concebir el cielo
Mantenerse inmóvil: en la cima de una Montaña.
Hay tantas montañas.

Cada cual tiene su propia cuesta
Cada cual
A su manera, asciende.

A veces es la oscuridad
Un poder creciente en el entorno.

Restarse, sencillamente: restarse.
Ser luz en los escombros de la hoguera
Para cuando retornes de tus viajes

Escarbes un poco, solo un poco
Basta con que lo pienses
Siempre atento al llamado

Te inclinas ante la hoguera, y ahí está

La luz emerge, de su retiro. Obediente
Al tiempo, sin huir
Eludir, agazaparse en el origen.

Sustraerse, mientras obra el mito
Y cada jugador desarrolla su juego
Todos, siempre en ascenso.

Obediente devoto terrenal, en la guarida.
Calentarse una bebida dulce… Abrigarse;
La tormenta amenaza relámpago.

Omitirse, entregarse al silencio originario
Llenar los pulmones de silencio, y soplar
Silencio con la fuerza de todas las células juntas

Coral celular de clamor y murmullos.
Poner esas letras mudas sobre la hoja
Guardarse de hablar de lo que ya se sabe

Y de lo que ya no se sabe. Estar atento a la orden
A la señal, sostenerse inmóvil; pensar, sí

Pero sin moverse. Percibir la voz suspendida.


Óscar Alfonso
Agosto 7 de 2015