viernes, 20 de mayo de 2016

MIS DOS CUERPOS

El amanecer de la conciencia

Mi conciencia apenas despertaba
Cuando el cuerpo de Caín
Tomó el control.

Creí entonces
Que el cuerpo de Abel
Había muerto.

Ahora
Al término del primer tercio de mi vida
Observo mi esforzado cuerpo de Caín

Condescendiente
Comprendo que nunca
Jamás ha estado solo.

Intacto
Abel ha administrado el alimento
El agua, el fuego interno, el silencio.

Imperceptible, ha cultivado el conocimiento
Ha elevado la oración, ha agradecido al sol,
A la luna, A todos los seres del firmamento.

También Caín ha trabajado
Persistente, su culpa, su exilio, su batalla.
También Caín, a su manera, ha obedecido.

Abel jamás creyó ser “Mejor hermano”
Cada cuerpo aporta de sí a la labor
De ser mundo en este Mundo.

Caín es cuerpo mutable del Ser.
Conoce el enojo, la furia, la destrucción
Y la culpa.

Abel es cuerpo sagrado e inmutable
Es la fuerza de Caín
Su convicción.

Ahora Caín, cansado, busca el silencio.
Abel, cuerpo comprensivo,
Lo sustituye al mando.

La soledad de Caín no tiene nombre
Y los nombres que le han dado
Están sobrecargados de engaño vulgar.

Lo menos admisible en ese murmurar
Es que sus portadores se auto-atribuyen
El poder de comprender la voluntad creadora.

Lo segundo menos admisible es que,
Acto seguido, se abrogan la autoridad para distribuir
Su engaño.

No tengo idea de lo que agrade a Dios
Pero sí sé que a mí no me agrada ese engaño. 
No me agradan los difamadores de Caín.

No me agrada la ignorancia que promueven.
No creo el oxímoron del tal “castigo divino”.
Abel es el fundamento de Caín; no su enemigo.

Abel es la fuerza que le permite al Ser
Ir a conocer los límites y

El más allá.


Caín y Abel no son hermanos

Su falsa hermandad es el origen
De nuestra esquizofrenia cultural.

Caín y Abel son pilares mitológicos
Sustento de la imagen del hombre.

Solo un ignorante puede creer
Que Abel sea la figura del débil

Y que, por bueno, debe morir
A manos de la fuerza del hermano.

Que Caín sea el triunfador y que
El incesto sea la base de su éxito

Sólo puede ser el efecto de un acercamiento
Malicioso a los símbolos de la leyenda.



En el alma del hombre habita la leyenda

Cuando salgo a las calles, en busca del sustento, la sociedad me reclama que sea “más Caín”; que no sea “tan Abel”. No es que no pueda entenderlos. Me siento a meditar, me doy a la oración, le canto a la infinita fuerza divina que todo lo es y que a todo anima; escucho latir mi corazón más pausado. Entonces surge Abel y parece tomar una forma inesperada de la fuente de los pensamientos más puros; los que no se recuerdan porque no se olvidan, los que no se olvidan porque no se recuerdan. Abel es la capacidad de escuchar la voz divina. 

Caín cierra los ojos y Abel los abre. Abel se sumerge en el silencio. Caín sale a caminar el ruido de las gentes, los pitos de las calles, las bocinas de los comerciantes, las máquinas de los mineros, las balas de las guerras y los discursos de los falsos políticos en sus falsas pugnas con sus falsos opositores. Todos ellos dan la forma al mundo de Caín, convencidos de que ser Caín consiste en matar al hermano y procrear con la hermana; todas ellas convencidas de que ser hermanas de Abel es ser cómplices de su muerte, y sumisas al poder del criminal; de aquel a quien suponen “más fuerte”.

Cuando Caín y Abel se desdibujan, cuando libero mi ser de sus amarras mitológicas, cuando experimento la integración de la conciencia, vuelvo al mundo y le digo: “que yo no sea un Caín, según usted lo entiende, no quiere decir que sea un Abel, según usted lo entiende”.


Por: Óscar Enrique Alfonso
Mayo 20 de 2016

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