domingo, 24 de mayo de 2020

Soltar el dolor de la ausencia

Sentir la ausencia de todas las maneras,
sentirla día tras día, sentirla
        sin poder nombrarla.

¿Cómo usar una misma palabra
para todas las cosas en las que se manifiesta?
Porque, además, es evidente en cada cosa,
en cada momento; en ese gesto de mi rostro
        cuyo origen ignoro.

Y pasar tanto tiempo sin saber que esta
        ineptitud
para comprender la necesidad de espacio
propia de las otras personas es el efecto
de una emergencia particular de la misma
        ausencia.
Creerse incapaz de amar, cuando
solo se trata de una nueva forma
de la memoria de aquella ausencia.

Saberse abandonado, aunque lleno de
        Dios;
pero, abandonado. ¡Ay, qué dolor!
Y al mirar alrededor, de una, de otra y
de todas las maneras reencuentro
        la ausencia:
Mis hermanos no lo son del todo.
Las pupilas de mi madre reflejan un
fantasma de lo que intenta olvidar.

¿Cómo iba yo a avanzar, si las huellas
de mis pasos se trazaban en la ausencia?

¡Mas, ahora ya lo sé!, y que están
        mis manos
labrando, arando, orando, haciendo
tierra firme sobre la cual apoyar
        mi propio pie;
este pie cuyos huesos y músculos,
y arterias, y sentido… tendré que hacer
por mí mismo, letra sobre letra.

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