Sobre poesía

PARA UNA LECTURA DEL CONTENIDO EXPRESIVO EN TRILCE DE CESAR VALLEJO

¿Un poema de vanguardia? 

El poemario Trilce es considerado un ejemplo de la poesía vanguardista; no obstante, esta afirmación carece de fondo. La lectura que pretende asignarle una etiqueta a un texto poético está condenada a realizar operaciones que comparan el poema leído con los síntomas que la etiqueta condensa; de donde la poesía queda intacta. En ese defecto caen la mayoría de las lecturas que se han hecho de la poesía de César Vallejo. Hay quienes para mostrar que Trilce ‘se ajusta’ a tal rótulo caracterizan los detalles en los que el poemario “deja de ser modernista” y confronta las propiedades de ese ‘sub periodo’, dando lugar a lo que se han llamado las vanguardias. Pero decir que Trilce es vanguardista es decir muchas cosas y no decir ninguna; más lo último que lo primero. Por ejemplo, cuando uno de sus más exitosos expertos, Ferrari, afirma que “cronológicamente hay confluencia entre las últimas composiciones de Los heraldos negros y las primeras de Trilce, y no es de extrañar, pues, que en algunos poemas del segundo libro, aunque aportando notables transformaciones en la expresión, prolonguen temas y acentos del primero; pero en general y en lo esencial Trilce es radicalmente otra cosa” (Ferrari, 1974), nos encontramos con un balbuceo ‘trabalenguoso’ que supone que la poesía ‘evoluciona’ conforme el poeta va teniendo más y más años. Una idea Kantiana según la cual del tiempo absoluto depende todo lo demás. Pero Vallejo es más cercano a la relatividad del tiempo; más contemporáneo que clásico, más relativista que kantiano... más allegado a Heidegger que a Kant.


¿La ‘angustia’ del poeta?

Otro error típico en el acercamiento por parte de los críticos ocurre al dar por supuesto que la poesía consiste en cierto proceso de verbalización de emociones estrictamente personales. Este error es común en lectores que intentan interpretar sobre la base de incipientes y mal informados recursos psicoanalíticos. En los lectores de César Vallejo sí que es habitual este defecto. De allí que algunos busquen interpretar el poemario a partir de “los principales acontecimientos que marcaron el profundo sentimiento de exclusión del poeta” y refieren la muerte de la mamá, el fracaso amoroso, la recepción restringida de sus poemas y el encierro en la cárcel; tan popular es esta manera de leerlo que hasta ‘wikipedia’ así lo registra. Es verdad que el poemario fue escrito en la cárcel... y es cierto que la ausencia de la madre motiva sentimientos muy difíciles en ese contexto... Pero, si eso fuese lo valioso en Trilce cualquier cosa que escriba un huérfano criminal sería igualmente significativa. 

¿A qué obedece la superficialidad de las interpretaciones que se han hecho a la poesía de Vallejo? Cualquiera (entre quienes opinan que Trilce es vanguardista) diría que a que “su lenguaje es hermético”. Según Coyné (1968) y parafraseando a Ferrari, Vallejo “barajó y entremezcló” temas y estilos en Trilce de tal forma que la numeración romana, en lugar de ordenar lo disperso, lleva el ‘principio de antisistema’ a ‘cierta aplicación poco menos que sistemática’. No obstante, Vallejo alcanzaba a ver a sus ojos a todos estos lectores. Vallejo veía a Coyné, a Larrea y a Ferrari... y no dejó de ofrecerles con toda franqueza un poema: el antepenúltimo, el número LXXV... uno de los que sí tiene título: “¡Estáis muertos!”. Y este no es un gesto psicológico; sino político. Ese carácter político trascendental del poema LXXV de Trilce es lo que intento develar mediante este ensayo.


Para leer más a fondo

Diversas afirmaciones del propio Vallejo llegan a nosotros gracias al registro que hizo de ellas su contemporáneo Mariátegui (1928): “El libro ha nacido en el mayor vacío”, “Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad”, “Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva”. Selecciono estas tres porque ayudan a explicar de otra manera, “a fondo”, el sentido del poema en el contexto general. De otra manera no se lograría un ensayo certero.

Así dice el poema: 

LXXV

Estáis muertos

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo 
estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del 
zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la 
sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que 
la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se 
está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes 
enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo 
morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría 
que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros 
sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber 
sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. 
Orfandad de orfandades.

Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una 
vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos".  
                                                                                           (César Vallejo

Se comprende de acuerdo a cómo se lee


Este poema, si se lo lee aislado resulta especialmente misterioso: le grita a sus lectores que están muertos, y de una manera extraña; flotando impunemente al ritmo del tiempo. Pero, aparece allí una cuestión: ¿qué significa la muerte para alguien que no ha vivido?, ¿para alguien cuya muerte ha sido vivida por ese sol distante, ajeno, que pendula del cenit al nadir, de crepúsculo a crepúsculo? 

Sólo hay tres maneras de leer este poema: o porque se lo lee al azar o porque se han leído todos los anteriores y en la última letra termina la lectura o en la última letra empieza la lectura... Quien lo lea al azar difícilmente alcanzará a figurarse una idea acertada de él (“El libro ha nacido en el mayor vacío”) y a lo sumo alcanzará a afirmar como “quienquiera” (Vallejo, 1983: 174) que no está muerto: o sea que Vallejo miente. Pero Vallejo insiste. En cambio, quien lo lea en el contexto general de la obra... (En cualquier caso: sea porque termina de leer o porque empieza) encontrará que este poema está a dos poemas del final del libro: el LXXVI en donde se cierra el desarrollo de esa dualidad siempre desajustada... y el LXXVII en donde se siente, sin anhelo, el fin de esta granizada de perlas poéticas. Al alcanzar el final del poema, ese lector que lo ha leído atentamente, tendría dos opciones: esperar al final del libro para cuestionarse o limitarse a sentir la relación de este con los anteriores... No le será tan difícil a este lector entender por qué la certeza del poeta con respecto a quienes lo leemos: “Estáis muertos”. No hay de otra; si nos diera la gana de vivir, iríamos a prisión, “para que te compongas”; porque quien está vivo entre los muertos va a prisión en dónde la muerte se protege del contagio de esa 'enfermedad' que sería estar vivo.

El poema sólo se entiende en su contexto

Surge así un sentido de diagnóstico político qué más que un carácter “existencial” adquiere un sentido “trascendente”: el mundo se viene reacomodando... hay una guerra que cambió por completo el sentido de la vida en Occidente... y la vida, de ser posible, sólo ocurre en la confrontación siempre desajustada de cada persona y su entorno. En ese lector, el poema es un acto vital, un gesto de desobediencia (al vago rigor de la gramática, al superficial orden impuesto en las métricas). 

El otro lector, el que espera hasta el final del libro... tendrá la posibilidad de suponer que en esa época los poetas habían enloquecido y habían renunciado a ser entendidos, o la posibilidad de encontrarse ante cierto renacimiento de una belleza análoga a la del orden del cielo: Quienquiera mira a las estrellas y no ve el orden de por sí; si acaso alcanza a darlo por supuesto y admitirlo por fe, al considerar que en semejante dispersión de objetos innumerables ha de ser una bendición ese orden que hace que la luna mantenga su distancia respecto de la tierra, y está respecto del sol.


Del mismo modo los críticos veneran (por fe) la obra de Vallejo y luego afirman que obedece a un tal “principio de antisistema”... incurriendo en un oxímoron que les deja “muertos”, al margen del poema: como quien dice que si la obra no está ordenada según como entendemos el ‘orden’ entonces ella responde a un “principio de antisistema”.


La poética de Trilce se condensa en cada uno de sus poemas

La estética de Trilce (neologismo que resulta de combinar el inicio de la palabra “Triste”, con el final de la palabra “Dulce”) muestra un orden más riguroso que el superfluo orden presente en casi todas las rimas que se pretenden clásicas desarrolladas en las lenguas modernas. En Trilce el último poema se conecta con el primero para cerrar la obra, el penúltimo con el segundo, el antepenúltimo con el tercero para recobrar una forma compleja del orden acorde con la espiral del tiempo, en la que cada cosa tiene además de su lugar, su temporalidad propia: relativa. De esta forma se puede proponer una lectura vital de la poesía vallejiana. Que actualiza (des-esquematiza) el sentido de lo que se ha entendido como poesías de vanguardia. La única manera de recobrar la vida ante este poema imperativo, certero e incuestionable es admitir lo que tiene de verdad: “es verdad, estoy muerto, pero puedo leerte en libertad y de esta manera experimentar la vida”. 

Entonces me encontraré con ese sentido expresivo del poema: “estoy aquí encerrado, pero en la escritura puedo liberarme, desencadenarme, en un gesto de valentía feroz, así aún aquí, en la más hermética prisión ¡soy libre!, ¡estoy vivo!”

BIBLIOGRAFÍA

Vallejo, César. Obra poética completa. Alianza tres, Madrid: 1983.
Ferrari, Américo. “Cesar Vallejo, entre la angustia y la esperanza”. En Vallejo, César. Obra poética completa. Alianza tres, Madrid: 1983.
Mariátegui, José Carlos. “El proceso de la literatura”. En: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Amauta. Lima. 1996.







No hay comentarios.:

Publicar un comentario